Os voy a contar una historia. ¿Por qué? Porque el mundo ha cambiado, y esto merece una reflexión.
Yo (uno de los fundadores de este sitio, algún día desvelaré mi identidad) trabajé en una Big Four durante cinco años. Concretamente la verde. Los más eruditos sabrán de cual hablo.
Empecé en un departamento para luego moverme a otro más “chulo” (o eso es lo que me creía) pero más “exigente” (ahora os defino lo que significa exigente, no tengáis prisa, vale la pena esperar). Entré desde la Universidad con una ilusión desbordada: oficinas grandes, gente de bien con traje y buenos zapatos, visitas a cliente en otros países, mi propio traje y mis propias corbatas, las expectativas de hacerme rico… Vamos, un sinfín de ventajas. ¿O a lo mejor no?
La tremebunda ilusión se fue perdiendo. Aunque poco a poco (tampoco te creas, a veces es complicado despertarse). Anécdota: Me duró la corbata un par de meses. A partir de ahí la tenía guardada en la taquilla por si el ortodoxo de mi jefe me preguntaba qué donde la tenía. Realmente me sentía un payaso en las reuniones con una libretita y un boli corporativo apuntando lo que decía mi senior mientras me colocaba la corbata para no ensuciarla con la tinta. Ni Joaquin Phoenix se atrevió a tanto con el Joker. O el Joker con Joaquin Phoenix. Ya no sé quién hace de quién.
El cambio de departamento fue la bomba. Literal. Todo explotó. Jornadas sin fin, salidas de sol desde la oficina, catador profesional de todas las pizzerías a domicilio de la ciudad, desajustes psicológicos, estrés y ansiedad por un tubo, y sentimientos de impotencia que ganaban a la felicidad de calcular correctamente el EBITDA y ajustar el Working Capital.
Todo esto hasta el día que me fui. Me cogió el responsable de recursos humanos y me preguntó cuál era el motivo. Vivir mejor fue la respuesta más sensata. No tenía ningún argumento que pudiera combatir esto. Y luego vino lo que me ha dado la lucidez para escribir este artículo: <<…es una pena que te vayas, porque últimamente no conseguimos encontrar talento. Tú posición será difícilmente remplazable>>. Touché. Lo de “difícilmente remplazable” no me lo como, ahí todo el mundo es reemplazable. Lo de que no encuentran “talento” (o trabajadores, vamos), sí.
¿Y por qué no encuentran? Será porque el mundo ha cambiado. Los jóvenes ya no sueñan con ser socio de una Big Four, ya no sueñan con tener el despacho más grande de España con vistas a toda la ciudad, ya no quieren vestir corbata de seda y zapatos caros de piel ni estar en eventos donde venga el Presidente de España y te diga que empresas como la tuya son las que crean prosperidad en el país.
No lo quieren si esto supone estar trabajando todo el día, currar como un loco, que tú familia sea la segunda prioridad y dejarse la salud por el camino. Y no les culpo. He visto casos y situaciones que aterrarían al demonio. Créeme.
Se han dado cuenta que hay otras alternativas. Que hay un mundo más allá de una oficina convencional que te puede aportar mejor calidad de vida. Ya sea un despacho más pequeño, una start-up, un negocio de toda la vida o un negocio por internet. Cuidado con esto último: tengo la sensación que se están romantizando en demasía las redes sociales y los negocios online, y a lo mejor cuando nos demos cuenta, ya será muy tarde. Pero esto da para otro artículo.
El tema aquí es que hay alternativas. Y si cuando aparecen estas alternativas no te adaptas a ellas, mueres. Y esto es lo que les está ocurriendo a las Big Four. Antes eran altamente demandadas y entrar en ellas te generaba una posición social de status. Ahora no. Ahora eres el pringado de turno que se va a cascar mil vueltas al reloj y va a tener un sueldo normalito no acorde a las horas exigidas durante mucho tiempo. Payaso. ¿Qué luego te venden que tu sueldo va a aumentar? Está claro. Pero a ver quien es el “valiente” que llega ahí. Y sí, pongo valiente entre comillas. Espero que me entiendas.
El mundo laboral ha cambiado. Y ha cambiado en parte por la influencia de los jóvenes. España no es el país idóneo para representar el empleo juvenil por sus altas tasas de paro (impulsadas en medida por un estancamiento de salarios, ofertas deplorables y, porque no, también un carácter social en algunas ocasiones), pero es un buen ejemplo.
No vas a atraer jóvenes con una corbata de doscientos euros, ni con unos zapatos de mil. Tu outfit no sirve para nada (a no ser que vayas vestido de Nude Project, a lo mejor ahí sí que ganas algún punto). Los vas a atraer con más flexibilidad, con tecnología, con la capacidad de gestionarse su propio tiempo libre, con simpatía, con objetivos e incentivos, y con un salario competente y acorde a su responsabilidad y tiempo destinado. Y con vida.
Nota: creo que sin ser conscientes, los jóvenes han aprendido a calcular su propio coste de oportunidad, y esto juega en contra de las grandes consultoras.
En fin. Todo esto para decir que el mundo ha cambiado. Los objetivos son diferentes, y las expectativas también. Y te adaptas a ello, o estás fuera. Y entre tantos socios que hay en las Big Four me temo que alguno lo habrá pensado. Digo yo.